Good Bye Sandra Dee...

En una de las secuencias mas memorables de la terrible película "Grease", una muy ñoña Olivia Newton-John era motivo de mofa de las Pink Ladies, mujeres de armas tomar, embutidas en cuero y lideradas por una estupendísima Stockard Channing. Para escenificar la mofa en cuestión, las Pink Ladies se colocaban sendas pelucas atestadas de laca y motivos rosas para sus imposibles camisones mientras desafinaban contra Sandra Dee, en la que se miraba la mojigata Sandy. Hoy, en uno de los programas de corazón que salpican las televisiones nacionales me he enterado de que Sandra Dee, la auténtica, ha muerto a los 63 años en Thousand Oaks, en el estado de California. No podía ser de otra manera. Sus familiares, no han querido hacer mucha ceremonia con la defunción asegurando que su deseo es que el mundo recuerde a Sandra Dee tal y como fue cuando rozó el estrellato. Eso ocurrió, muy fugazmente, entre 1959 y principios de los sesenta. Su película mas memorable, "Imitación a la vida" del gran Douglas Sirk. No le falta razón a los familiares de la difunta Sandra Dee. Mas allá de su carrera, mas bien mediocre, Sandra Dee ha permanecido como icono de una generación fugaz que idealizó las playas de California, las melodías mas romanticonas de Elvis Presley y vestidas de colores chillones, minifaldas políticamente correctas y pelucones imposibles impecablemente teñidos de rubio soñó con el sueño americano. De ese sueño las despertó, de una patada en el culo Stockard Channing, la Rizzo de "Grease". Hasta la mojigata de Olivia Newton-John se daba cuenta al final de la película de que si quería llevarse a John Travolta, iba a tener que cambiar el rosa fucsia por el cuero negro y así lo cantaba... "Good Bye... Sandra Dee". A pesar de todo, siempre habrá un hueco para la nostalgia, para lo kitch, para la naftalina y para el rancio modo de entender el mundo, de Sandra Dee.
En otro orden de cosas (y de entenderlas) el noticiario del Canal 24 Horas me acaba de anunciar que Gabriel Cabrera Infanta también ha muerto. Cinéfilo hasta la médula, sus críticas cinematográficas me han ayudado a querer y entender mucho más y mucho mejor todo esto del cine. Curioso que dos modos tan opuestos de sobrevivir, se hayan ido con tan pocas horas de diferencia. Quizá en el espacio que separa a Sandra Dee de Cabrera Infante esté el secreto para comprender mejor todo lo que pasa a nuestro alrededor y al de la pantalla en blanco de una sala de cine.

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