Si Alfred Kinsey levantara la cabeza sería un colaborador de Crónicas Marcianas

Enrique se empeña en repetir una y otra vez que los americanos son unos hipócritas por ir de abanderados de la moderación y la castidad cuando son los mayores productores de cine pornográfico del planeta. Son datos de Enrique, el portero de los cines donde trabajo. No se que grado de fiabilidad tiene ni cuales son sus fuentes. Lo ha dicho todos estos días, como un disco rayado, a propósito del estreno de "Kinsey". Tengo que reconocer que hasta poco antes del estreno de la película, no tenía ni idea de quien era Alfred Kinsey. Tan solo una referencia en una película que pude ver recientemente y de la que no recuerdo el título. Vamos a echarle la culpa al sistema educativo, a mi falta de curiosidad o simplemente a la realidad que como siempre, se encarga de superar la mas cruda ficción. La sociedad estadounidense de los años cuarenta se escandalizó ante las conclusiones esforzadamente científicas de este personaje de peinado estrafalario que Bill Condon ilustra muy bien y con cierto sentido del humor durante la primera parte del largometraje. La cantidad de rostros anónimos que se asoman a la consulta de Kinsey y sus colaboradores configuran los puntos cardinales de un nuevo mapa de los Estados Unidos de América. En sus estudios, Alfred Kinsey denunciaría las mentiras de los distintos métodos científicos existentes hasta entonces utilizando un lenguaje muy explícito que evidentemente levantaría ampollas en los sectores mas conservadores. Lo que mas llama la atención de las conclusiones de Kinsey y que ilustra esta película es la absoluta vigencia de algunos de los tabúes que trata la historia. A pesar de que en mi ignorancia, desconocía el nombre y el trabajo de este biólogo algo desquiciado, tengo que reconocer que la mojigatería sexual, el desconocimiento, también el temor y porque no, la intolerancia, siguen presentes en nuestra sociedad. Por mucho que los programas de televisión ilustren con precisión complicadísimas acrobacias sexuales quedan muchas "vidas que salvar", como insinúa Condon al final de la película, por otro lado, estupenda. Hoy, en un programa de televisión de madrugada, uno de los colaboradores jugueteaba con el culo de una actriz y bailariana exótica mientras una escritora que flirteó con la prostitución para escribir una novela hablaba de los gases vaginales y un eminente sexólogo de Internet recordaba los tiempos del Moulin Rouge parisino en los que la gran atracción era un tipo capaz de cantar La Marsellesa con pedos. Casi nada. Y todo eso, muchos, lo llamarán libertad sexual. Si Kinsey levantara la cabeza... Si Alfred Kinsey levantara la cabeza, probablemente sería un colaborador de "Crónicas Marcianas".

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