Puñetazos En El Estómago


¿Se puede ser poeta sin haber escrito ni un solo verso?. Todos los logros y todos los defectos de una película como "El Camino De Los Ingleses" se basan en esa frase. En ella se encierran las imposibilidades, los sueños cumplidos, las decepciones, las esperanzas y también las pesadillas que atormentan la mente de los protagonistas de la historia en el verano mas decisivo de sus vidas. Y es que estamos ante el último verano de nuestra adolescencia. De repente se revelan ante tus ojos todos esos grandes secretos que te ocultaron durante años a base de, claro está, grandes mentiras. El padre que se lo llevó una nube y que en realidad abandonó a su mujer cuando se enteró que era puta. El hijo que descubre que es igual que el padre al que odia. El padre que se enamora de su amante. La bailarina que se pinta los labios demasiado pronto. El poeta que termina de leer la "Divina Comedia" de Dante antes de que llegue el inminente otoño y descubre lo que es el INFIERNO. Un otoño lluvioso, como no podía ser de otra manera. Así lo dice el Hombre del Tiempo.


Yo creo que sí se puede ser poeta aún no habiendo escrito un solo verso. Aún ignorando lo que es una pentapodia o un rispetto. Miguelito Dávila, por ejemplo. No había escrito nada en su vida, pero sabía que cuando salió de aquel hospital con un riñón menos, algo había cambiado dentro de él, en su mirada también. La forma en la que mira a Luli Gigante, por ejmplo. La forma en la que puedes contemplar como cae la lluvia, calle abajo, instantes antes de que acabe el último verano de tu vida. Se puede ser poeta recordando un instante concreto. Ordenarlo en tu cabeza, descifrar los detalles de esa imagen perfecta que por uno u otro motivo se ha quedado grabada en tu memoria; la mirada penetrante de Luli Gigante, el color intenso de la camiseta empapada de Remedios, la novia hasta la fecha de Paco Frontón. Del mismo modo que puedes recordar una canción, los neumáticos de tu primera motocicleta o el parte metereológico del último día del verano de mil novecientos setenta y nueve.


Antonio Banderas ha jugado a ser poeta en su segundo largometraje como director, la estimable "El Camino De Los Ingleses". El problema es que cuando se juega a ser algo que en realidad no eres, siempre queda algo de impostura. Banderas, que se ha esforzado en cuidar cada detalle de la producción (no hay reparos posibles a una realización impecable que abarca los campos de la fotografía, el montaje, la música, la ambientación y por supuesto la puesta en escena) ha descuidado su historia, que se nos antoja deliberadamente críptica. Le falta pasión, conmoción. Le falta un puñetazo en el estómago.

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