Lo Inverosímil En El Fantástico: La culpa de Fleisher

Un cartel al inicio de los créditos de "Viaje Alucinante" de Richard Fleisher, nos avisa que el equipo de la película ha contado con un respetado grupo de científicos y médicos que han asesorado a los guionistas a la hora de elaborar el itinerario de sus protagonistas. Estamos en 1966. Faltan tres años para que Armstrong pise la luna y dos para que Stanley Kubrick dirija "2001: Una Odisea Del Espacio" y adentre al género de la Ciencia-Ficción en su edad adulta. Sin embargo, a pesar de esto, Richard Fleisher se esfuerza en fundamentar de cierto valor científico su estravanza lisérgica, basada en la miniaturización de un submarino nuclear con tripulación incluida y su posterior recorrido por el interior del cuerpo humano. Los esfuerzos de Fleisher, vistos hoy, cuarenta años después, son ante todo adorables. Adorables en el sentido kitch de la palabra y que en cierto modo provocan la añoranza hacia un género en absoluto declive hoy día, una década después de la llegada de Neo a Sion. La necesidad de dar credibilidad a su historia dignifica el esfuerzo de Fleisher por hacernos sumergir en un imaginario científico poblado de anticuerpos letales, huracanes y por supuesto, despampanantes científicas. Por muy ridícula que fuera la historia o por muy estereotipados que estuvieran sus héroes, "Viaje Alucinante" constituye hoy día una de las obras claves de la ciencia-ficción de los años sesenta, no tanto por sus planteamientos, si no por su delirante sentido estético y sobre todo por su necesidad de hacer verídico su fantasía.


En el lado opuesto al cine de Fleisher estaría situada "Serpientes En El Avión" de David R. Ellis, cinta a medio camino entre el cine catastrofista, el policiaco burdo y el terror de serie Z. La sinopsis nos presenta a un testigo protegido que debe ser trasladado desde las costas de Hawai a los juzgados de Los Angeles a bordo de un avión plagado de serpientes venenosas convenientemente alteradas para convertirlas en letales asesinas. Ni Richard Fleisher intentaría hacer creíble semejantes argumentos, por eso a David R. Ellis solo se le ocurre reírse de sí mismo, pero no lo suficiente.


A bordo del avión tenemos una extensa galería de pasajeros perfectamente prescindibles (ninguno aporta absolutamente nada a la historia salvo un trozo de carne donde las serpientes puedan hincar el diente: el pezón de una fumeta, la bocaza de una borrachuza, el perro-mascota de una Barbie subnormal, el culo de un guardaespaldas mórbido, el prepucio de un gigoló de tercera división) que hacen las veces de cebo humano mientras que la Samuel L. Jackson milita la situación con cierto sarcasmo. La inverosimilitud de su argumento no empaña, no obstante lo ridículo de sus resultados. Ellis se escuda bajo la armadura de la serie ínfima para ocultar los agujeros de una realización televisiva (en el mal sentido de la palabra) y una puesta en escena paupérrima que se va deshaciendo de la carnaza con la parsimonia de un carnicero con parkinson.
Hablaba al principio de la necesidad por dotar de cierta credibilidad al elemento fantástico. Fleisher, Kubrick, Lang, incluso George Lucas en su delirante planetario de monstruos y naves espaciales necesitó en algún momento transmitir algo de verdad (en su caso a través de sus héroes y villanos). La suposición en el cine actual de que aquello que muestra es real por sí mismo, sin necesidad de jsutificar su veneno, evidencia la falta de argumentos y la escasez de talentos a la hora de hurdir viajes, fantásticos o no, a mundos reales o posibles. Yo por ejemplo, jamás me subí a bordo de "Serpientes en el avión".

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