Nicholson Se Baja De La Moto

Esta misma tarde, por casualidad, aburrimiento o sueño Dani y yo nos metimos en la Filmoteca sin saber siquiera que película pasaban. Resultó ser "Easy Rider (Buscando Mi Destino)", título fundamental para comprender lo que se ha definido como cine "independiente" y desesperado canto a la libertad creativa y visceral (a pesar de que su discurso haya quedado algo desfasado hoy día). Curiosidades del destino, unas horas después me volvía a encontrar con uno de los protagonistas de aquella, Jack Nicholson en un viaje bien distinto, "Ahora o Nunca". Ambas películas pueden estar definidas como "road movie" pero aquí acaban las coincidencias. Han pasado muchos años desde que Jack Nicholson se bajó de la moto y en el camino el cine americano se ha ido dejando el riesgo creativo y la escasa libertad de la que disfrutó.
En "Ahora o Nunca", la aventura como itinerario existencial, de dos enfermos terminales que descubren el uno al otro ese pedacito de felicidad que da sentido a su muerte es el eje principal de la película de Rob Reiner. Semejante argumento, que en manos de Antonio Mercero sería mas peligroso que un bidón de nitrogliceria en manos Espinete, conducido con habilidad por Reiner y sazonado con un par de apellidos, Nicholson y Freeman, se convierte en una especie de "Vuelta al Mundo en 80 días" del Inserso, tan entrenido como intrascendente.

Las distintas fórmulas utilizadas por Justin Zackham para vertebrar el relato iniciático de los dos protagonistas a partir de una serie de actividades elementales (conducir un bólido de carreras, hacer paracaidismo, viajar al Taj Mahal) se reducen a una palabra: América. América como el eterno retorno. Como noción de hogar y certeza. Y es que a pesar de las siete maravillas del mundo(y las catorce), a pesar de lo delicioso del caviar francés, de la puesta de Sol en el Valle de los Muertos. A pesar de del estracto bancario y de los 45 años a su lado, al final del viaje solo te queda una cosa: aquello que eres (y aquellos a quien pertences, claro). Reiner, que es ante todo un director de actores, consigue que Nicholson y Freeman lleven la carga de la película durante el cien por cien del metraje, consciente de su carisma y consciente también del muy delicado material que maneja; porque sin estas dos estrellas la película sería un infumable telefilm de fin de semana.

Lo sería en primer lugar por su apuesta por la postal estática. Por el chroma que chirría. Por rodar las escenas de montaña en Vancuver y hacérnoslas pasar por el Himalaya. Por la segunda unidad (dirigida por el Mr. Hyde de Reiner). Por el sombrero blanco que luce Nicholson en el Taj Majal. Por la gravedad a la que parece condenada. Por la sonrojante y vergonzosa secuencia del reencuentro de Nicholson con su hija. Porque esta misma tarde estaba viendo a Jack Nicholson en "Easy Rider (Buscando mi destino)" y esta noche me he dado cuenta de que han pasado mil años desde entonces (y que Nicholson y yo somos mucho, mucho mas viejos).
Finalmente, no deja de ser frustrante comprobar el desvario en el que ha derivado la prometedora carrera de Rob Reiner después de títulos como "Cuenta Conmigo", "La Princesa Prometida", "Cuando Harry encontró a Sally" o "Misery" para terminar especializado en comedias mas o menos sofisticadas, siempre con grandes actores, pero encorsetadas en arquetipos anticuados y moralizantes.

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